Sentía que ya era libre...
Me quedé mucho rato con él en brazos y sentía que ya era libre. No me acuerdo de cosas, pero sé que mi madre me pidió por favor que lo soltara y lo dejara descansar, miré hacia ella y sentí muchísimo dolor.
Porque mi hijo ya se había muerto y pensé que era culpa mía por haberme derrotado antes que él. Cuando le pedí a Dios un respiro, no era ése el que necesitaba, y me sentí culpable.
Cuando lo bajaron al velatorio, apareció el que entonces era mi marido y en vez de rabia por no haber estado con su hijo y despedirse de el, me dio pena y lástima por que eso lo tendría que llevar toda la vida
consigo.
Me acuerdo que cogí una silla y me aferré al lado de mi bebé y no deje que nadie más que mis padres, mi abuela y las personas que lo quisieron y lucharon con nosotros se acercaran a nuestro lado. Fue como un sueño triste y quería morir.
No sé que me pasó pero me armé de valor de nuevo y empecé a consolar a mi familia y a los padres de los niños que estaban en la UCI con mi hijo.
Me quedó una pena y es que yo le prometí llevarlo a casa y me dejé llevar por mis padres y no lo hice, tampoco quería enterrarlo, y tampoco hice caso a mi corazón.
Quería hacer volar sus cenizas en el cielo, porque merecía ser libre.
Cuando llegamos al cementerio cargué su cajita, y le besé muchas veces, toqué su cuerpito y no lo encontré, no sé que pasó, cogí una rosa y un anillo que siempre tengo puesto lo dividí en siete y puse tres partes al tallo de la rosa, luego la dejé en su pecho. “Así siempre estaremos más unidos”.
Los días fueron pasando y yo sufría mucho. Me consolaba con estar en su tumba y pasaba días y días en el cementerio. Un día pensé que él ya no estaba ahí y decidí ir lo menos posible. Me enfadé con los santos, con mi casa y pensé que mi hijo no merecía verme así.
Jamás olvidaré a mi niño, como tampoco olvidaré que lo amo. Jamás podré amar a otro ser como a él.
Y Dios, sea el Dios que sea, si hay cielo te pido que mi niño sea libre y feliz.
Lali. Tenerife. Julio de 2007